lunes, 16 de enero de 2012

Tengo algo que decirle

Justo ahora usted  decidió  sentarse a leer esto. Vio que el texto no era muy largo y se dijo: "Vamos a darle una oportunidad; ¿Qué tan malo puede ser?" Gracias por su deferencia, estimado o estimada lector/a (debo ser cuidadoso en  mis textos de no ofender a quienes defienden las políticas de género y su aplicación en la literatura, aunque esa puntillosidad afee el texto, qué le vamos a hacer, son los tiempos que corren). Pues bien, tengo algo que decirle: no pudo elegir peor momento para hacerlo. Mientras usted lee esto, algo horrible está pasando detrás suyo, algo que cambiará su vida para siempre en una forma inimaginable. Lo mejor sería que dejara de leer y se diera vuelta ahora mismo. ¡AHORA!
Sí, ya sé que no hay nada fuera de lo común atrás suyo. Parece mentira cómo unos míseros segundos pueden hacer la diferencia entre la felicidad y el infortunio de una persona. ¡Ah, el destino y sus designios insondables! Si no hubiera empezado a leer todo hubiera sido diferente. Si le sirve de consuelo, puede, aunque lo dudo, que las consecuencias de lo que acaba de ocurrir sin que usted se diera cuenta no se manifiesten antes de muchos años. Siga viviendo su vida como si nada, endéudese, enamórese, desilusiónese como si nada hubiera pasado. Hágalo, se lo recomiendo, porque después será tarde. Me siento un poco culpable, pero en fin, hoy se pierden unas vidas, mañana se ganan otras, la literatura es así. Con tanta desgracia se me fueron las ganas de escribir, puede retirarse nomás, y  no es por  nada, vio, pero manténgase lo más lejos posible. La muerte me da un poco de miedito.

No hay comentarios:

Publicar un comentario