viernes, 18 de febrero de 2011

Pecados capitales: la pereza

Hoy me levanté con ganas de tomar un helado. Me dije que si el quiosco no quedara tan lejos iría a comprame un vasito. En lugar de eso me comí un pan con manteca y tomé un café.
Vino Andrea a llevarse las cosas que le quedaban. Le tenía todo pronto en una caja sobre la mesa del comedor. Al despedirnos se me quedó mirando unos segundos, mientras yo pensaba que me estaba perdiendo el partido entre el Manchester y el Milan.
Estaba comprando papas en el puesto de don Cosme cuando un griterío que venía de enfrente nos llamó la atención. Dos muchachotes golpeaban a un viejito para robarle un bolso. En pocos segundos lo tiraron al piso y salieron corriendo con el botín. Algunas personas se acercaron a ayudarlo. Comentamos que horrible estaba todo, que ya no se podía ni salir a la calle; terminé mi compra y me fui.
Hoy el jefe nos convocó para una reunión. Nos dijo que la dirección estaba preocupada por los últimos resultados, que el rendimiento del grupo había bajado mucho en el último año. Comenzó el debate, mis compañeros tiraron propuestas sobre la mesa, se discutió el cómo y el porqué. Disimuladamente, yo miraba la hora.
Sigo con el dolor en el brazo, debería ir a hacerme ver pero la perspectiva de estar dos horas sentado en una sala de espera hace que esta idea desaparezca rápidamente de mi cabeza. Me apronto el mate y prendo la tele.
Al sacar la basura me encontré con la vecina del 4.  Me dijo que pensaba denunciar al del 3 porque ya no soportaba más escuchar cómo le pegaba a la mujer. Me preguntó si yo quería salir de testigo. Pensé en mí mismo sentado en la sala de espera de una comisaría sin aire acondicionado, pensé en el vecino del tres, con quien me cruzaba todos los días cuando nos íbamos a trabajar.
-Lo siento-dije- yo nunca escuché nada. 
Ella empezó a decir algo pero yo ya la había dejado atrás.
Me llamaron por teléfono, era mi hermano para decirme que mamá había muerto. Tuve que levantarme. Pese a todo, tengo tres días de licencia pagos.