jueves, 1 de julio de 2010

Principio de incertidumbre

La gota de sudor se arqueó temblando, se inclinó un instante indecisa, se asomó, se tambaleó y rodó por la frente, silenciosa como una sombra. La noche se partía de frío, sin embargo estaba empapada en sudor. Los dientes apretados hasta el dolor, los ojos a punto de salirse de las órbitas. Las manos temblorosas, pegajosas, crispadas.
La bola rodó enloquecida persiguiendo la suerte o la desgracia. El aire se tensó, el tiempo dejó de respirar.
Había vuelto a suceder, sintió el vómito crecer en la garganta. Se apoyó contra un muro decrépito boqueando. En el callejón,un mendigo dormía envuelto en harapos entre la basura. Lo miró y pensó en el infierno.
Rojo, negro, par, impar, primer docena, segunda o tercera, la suerte se jugaba en esas coordenadas, el triunfo o el fracaso, la felicidad o la miseria. El borracho, la niña bonita, la desgracia.Alguien reía escandalosamente en alguna parte.
Lo había perdido todo. El amor, la esperanza, el confort, el respeto, eran plenos que había acertado, eran fichas que había acumulado a lo largo de su vida y que había vuelto a apostar sabiendo que no tenía nada que ganar. Nada excepto la sensación indescriptible, el ansia inefable que golpeaba con ramalazos violentos cuando se escuchaba el ¡no va más! y la rueda giraba inexorable. La sensación de estar viva, de que eso se parecía más a la vida que todo lo demás, de que arrojarse al abismo del azar con los ojos cerrados tenía algo de incomprensible belleza. Sentada en un banco de plaza en la aterida noche pensó en la próxima vez, en la posibilidad del triunfo, en ese pleno que le daría la oportunidad de cruzar el umbral de lo desconocido, quizás para encontrar su verdadera vida, esa que la estaba esperando en alguna parte.