lunes, 16 de agosto de 2010

Marilyn

Te gusta entrar y zambullirte en la cama sin desarmar la valija, incluso sin sacarte los zapatos. Te gusta sentir la libertad esparciéndose por tu cuerpo, mientras brindás con Concha y Toro frente al espejo. Disfrutás de cada momento intensamente desde que el avión empieza a carretear, en realidad desde antes, desde que salís rumbo al aeropuerto dejando atrás las frases remanidas de tu esposa y tus hijos deseándote buen viaje. Un fin de semana cada quince días, cuando partís en "viaje de negocios", te sentís revivir, dejás tus máscaras de lado o mejor dicho las dejás al otro lado del río. No es que no te guste tu vida, no, te gusta y mucho controlar cada movimiento, calcular causa y consecuencia, sopesar pros y contras, manipular, hacer, deshacer. Te gusta atravesar con paso decidido el espacio saturado de admiración, respeto o temor por tu causa.Te gusta ser un hombre hecho y derecho, reconocido, aclamado como un arquetipo del capitalista exitoso. Te gusta sobre todo tener dinero y poder. Lo disfrutás, sí señor, es por lo que has luchado, lo que te ganaste centímetro a centímetro, dólar por dólar, sin escatimar medios y sin amilanarte ante los obstáculos. Por supuesto que te gusta todo eso, te hace sentir como el rey de la selva, como un sobreviviente. Pero esto es distinto, es otra cosa, es salir a respirar cuando estabas a punto de asfixiarte, es renacer, es encontrarte contigo mismo. Cada quince días se repite el ritual. Llegás, te tirás en la cama, destapás la botella de vino, te disfrutás llanamente sin preocuparte por el tiempo perdido. Después hacés una llamada y empezás a prepararte. Abrís el placard y elegís la ropa, buscás el perfume, prendés un incienso y ponés música. Tus pies descalzos se mueven al compás y hasta te animás a canturrear un poco para calmar los nervios. Entonces empezás a vestirte, con esmero, con placer, sintiendo la tela deslizándose por tu cuerpo, sintiendo el despertar de la mujer que hay en vos al ver las medias de red cubrir tus piernas, sonriendo con picardía al espejo al maquillarte. Te sentís Marilyn cuando te ponés la peluca platinada, te enamorás de tu imagen, girás haciendo volar la falda blanca dejando entrever tus piernas. Sí, siempre quisiste parecerte a Marilyn, vestirte como ella, sentirte como ella.  Ajena al mundo, inalcanzable para quienes te conocen en tu falsa vida, para quienes te llaman licenciado y viven pendientes de tus decisiones, para tu familia que amás tanto y que por eso mismo no debe saber quién sos en realidad, esperás con la copa en la mano al muchacho que llegará en cualquier momento y bailará contigo, y te desnudará lentamente mientras te dice, Marilyn, que le gustás mucho.

1 comentario:

  1. HOLA, YO. FINALMENTE LOS LEÍ TODOS. ME ENCANTARON Y ESO QUE ME CUESTA....
    LO HICE DE UN TIRÓN, CASI SIN DARME CUENTA...
    PENSÉ, VOY A LEER ALGUNO MÁS Y TERMINÉ LEYENDO TODOS, INCLUSO LOS QUE YA HABÍA VISTO.
    LECTURA FÁCIL Y ENTRETENIDA.

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