lunes, 24 de mayo de 2010

Segunda piel

No pudo dormir en toda la noche. Cerraba los ojos y se veía a sí mismo entrando a la cancha con las tribunas repletas, sintiendo el creciente rugido de la multitud a cada paso. Se daba vuelta en la cama y en la pared se veía a sí mismo colgándola en un ángulo, levantando los brazos para recibir la ovación que bajaba como una avalancha, besando la camiseta, esa camiseta que había amado y deseado desde siempre y que sentía como su segunda piel. La mañana lo sorprendió dibujando goles en su mente, hasta que los golpes en la puerta lo trajeron a la realidad. El padre entró y lo miró diciendo simplemente: levantate que llegamos tarde.


No pudo dormir en toda la noche. Se preguntaba una y otra vez porqué. Repasaba cada movimiento, cada pelota que había tocado. Se acordaba de la bronca cuando lo sacaron, de la cara del técnico diciendo gracias por venir y del infierno abriéndose bajo sus pies. Se acordaba del gesto de frustración de su padre y de sus palabras: ¡Esto no cambia más, el mismo acomodo de siempre! Esa fue la primera vez en su vida en que conoció plenamente el significado de la palabra decepción. Miró la foto mojada por sus lágrimas.Se miró con la camiseta que le habían dejado los reyes. Su primer camiseta, su segunda piel...


La noche había sido larga, se tiró en la cama sintiendo calambres en cada músculo del cuerpo. La cabeza se le arremolinaba impiadosamente, saltando de la mañana a la tarde, del viaje al estadio cruzando las calles embanderadas a la salida del túnel. Del rugido de la muchedumbre a los gritos del vestuario. De los abrazos interminables a los micrófonos y las cámaras. Del canto improvisado de agradecimiento, entonado por primera vez por la hinchada, a la imagen de la pelota golpeando la red. Dos veces. Primer clásico en primera y dos goles. Por último le llegó el recuerdo de la mirada de su padre después del partido, el abrazo y la puteada cariñosa, pero sobre todo la mirada, que no decía nada y lo decía todo.
Abrió el cajón de la mesa de luz y buscando entre las fotos y los recortes de diarios y revistas encontró lo que buscaba. Ahí estaba la foto, con la seca sombra de las lágrimas cruzándola como una cicatriz. Ahí estaba él con su primer camiseta, esa que había amado, esa que era como su segunda piel.Ahora jugaba para el enemigo. Nadie podía ver esa foto ahora. La rompió en pedazos y la tiró. Volvió a tirarse en la cama. Le dolía todo el cuerpo, y un sabor agridulce le llenaba la boca.

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