martes, 26 de mayo de 2009

Un sueño.

Una noche el emperador soñó. Soñó que cabalgaba junto a un largo río hasta que, cansado, se detuvo un momento. Bajó del caballo y se inclinó sobre las gastadas aguas, pero algo lo hizo detenerse. Algo en el aire llamó su atención. Levantó la vista y miró a su alrededor. Entonces se dió cuenta.
Estaba solo. Por primera vez en su vida estaba solo. El asombro y el miedo le aflojaron las piernas. Mojó su cabeza y volvió sobre sus pasos. Soltó las riendas al caballo y lo dejó ir. Después de un momento, empezó a caminar hacia su destino, cualquiera que fuese.
Despertó. Volvió a ser quien era. El dueño del mundo, el amo de la vida y de la muerte, el temido. Pero antes, justo un instante antes de eso, sólo fue un hombre que se daba cuenta de que había soñado con la felicidad.

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